Cholulaje futbolero
El diccionario define al cholulaje como un sustantivo masculino que indica la acción y efecto de cholulear, esto es, disfrutar de acercarse a personas famosas para ser tenido en cuenta por ellas, aunque solo sea momentáneamente (lograr un autógrafo, una foto, un contacto fugaz). Se habla de un conjunto de cholulos para referirse a personas que disfrutan del contacto efímero con gente famosa, particularmente del mundo del deporte o del espectáculo.
En ocasiones, el cholulaje puede manifestarse para eludir a la mala prensa, y se ha dado con frecuencia en el caso del cura Fernando Lugo, quien apeló en incontables situaciones al cholulaje diversivo para atenuarla.
Una vez más, buscando desesperadamente salir de la constante malas noticias y escándalos, que son su sello inconfundible, Fernando Lugo aprovechará su excursión turística a Cancún para visitar al astro de fútbol Salvador Cabañas, a quien instrumentará inescrupulosamente para sus fines de eludir mediáticamente a la pésima situación política que lo envuelve.
No será, evidentemente, el “instinto paternal” el que lo llevará a entrevistarse con el célebre deportista, quien recibió un balazo en la cabeza el mes pasado en un centro nocturno. De haber sido así, hubiéramos conocido al cholulo cura como un padre responsable, capaz de asumir su responsabilidad por las vidas que engendró.
La realidad es que acosado por la amenaza del juicio político, las acusaciones de incapacidad, corrupción y las demandas por paternidad irresponsable, apelando al cholulaje diversivo intentará darse un respiro futbolero, tomando prestada la popularidad del ídolo de la selección nacional paraguaya de fútbol.
No es el cholulaje futbolero un recurso nuevo de los políticos en aprietos, lo hicieron mucho tiempo antes otros gobernantes arbitrarios y usurpadores empedernidos de la representatividad popular.
En 1934 se disputó el primer Mundial de fútbol en el continente europeo, y el país elegido en el congreso de la FIFA en Estocolmo fue Italia. A posteriori, se diría varias veces que la elección no fue la correcta, pues la península estaba gobernada por Mussolini y sus fascios, que como los emperadores romanos que saciaban ansiedades populares con el circo, y tantos otros dictadores a lo largo de la Historia, pretendieron utilizar la popularidad y publicidad gratuita de este fastuoso acontecimiento en provecho propio.
Nunca en un torneo los errores arbitrales fueron tan controvertidos, nunca el resultado final estuvo tan bajo sospecha, nunca un campeón del Mundo debió tanto su condición a un régimen político.
Poco imaginaba Mussolini que la supuesta gloria que esa victoria había dado al fascismo quedaría para la Historia como un ejemplo vergonzoso de cómo no se deben mezclar política y deporte.
En el campeonato mundial de fútbol organizado por Argentina en 1978, miembros de la delegación brasileña no pudieron evitar la tentación de comparar al torneo con el que organizara Mussolini en 1934. “Por fin el mundo puede ver la verdadera imagen de la Argentina”, celebró por otro lado el presidente de la FIFA ante las cámaras de la televisión.
Henry Kissinger, invitado especial, anunció: “este país tiene un gran futuro en todos los ámbitos” y muchas estrellas de fútbol alabaron la estabilidad del país anfitrión, entre ellos el capitán del equipo alemán, Berti Vogts, quien tras dar la patada inicial, declaró: Argentina es un país donde reina el orden. Yo no he visto a ningún preso político.
No hubiera opinado lo mismo Adolfo Pérez Esquivel, quien vivió entre rejas las emociones del campeonato, de su cautiverio recuerda el nudo de una contradicción para muchos incomprensible: “En la cárcel, como los guardias también querían escuchar los partidos, el relato radial nos llegaba por altoparlantes. Era extraño, pero en un grito de gol nos uníamos los guardias y los prisioneros. Me da la sensación de que en ese momento, por encima de la situación que vivíamos, estaba el sentimiento por Argentina”.
La misma circunstancia que la dictadura militar argentina aprovechó en 1978, fue capitalizada por el cura con hijos Fernando Lugo cuando Paraguay clasificó pera el Mundial de Sudáfrica. Sin haber colaborado para el éxito aunque sea como pasapelotas, usurpador consuetudinario de gestos poco serios, Lugo subió al carro de los vencedores intentando impregnarse de la breve pero intensa gloria deportiva, favorecido por la incapacidad del otrora astro fantasista del fútbol Diego Maradona, para dirigir técnicamente al seleccionado de su país.
Buscando prolongar los minutos usurpados al mérito ajeno, el obsceno demagogo-populista al día siguiente declaró un feriado que le valió más críticas que aplausos.
Visitar al convaleciente Salvador Cabañas para eludir el cerco mediático en torno a sus problemas reales, es apenas una muestra más de lo mucho que Fernando Lugo y los suyos saben sacar partido de tragedias ajenas. Industriales de las desgracias y miserias, han convertido en un gran negocio la pobreza del Paraguay, embolsando en el breve lapso que llevan administrando el estado comisiones de hasta el 80 por ciento para sus ONG intermediarias.
Reyes Midas del dolor, han demostrado ser capaces de lucrar con la sequía del Chaco, convirtiendo en un gran negocio el estado de emergencia, con la inseguridad, que ha dejado grandes ganancias en el negocio de la compra de armas, con el terremoto de Haití, con los niños de la calle y hasta con los apagones y la falta de agua, que han convertido en más millones de dólares aprobados por el Congreso. Esto último, justamente, para adquirir transformadores y generadores a diésel, en buena muestra de cómo la soberanía energética se conquista acentuando el colonialismo económico y la dependencia.
El rumbo se revela día a día con más evidencia, demostrando que el 20 de abril el Paraguay se encontraba al borde de un abismo, y decidió dar un paso adelante.
¿Podrían tener intenciones de operar un cambio quienes hacen tan buenos negocios con la situación de miseria y coloniaje, de la que fugazmente intentan sustraernos con el cholulaje diversivo?
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